Editorial Línea 4, Año 1, N°2
La larga y fecunda historia de la pesca con mosca en los Estados Unidos ha hecho que los millones de aficionados de aquél país le rindan debido homenaje a cada una de las especies autóctonas que pueblan sus ríos.
Este verdadero interés por la pesca con mosca en general y no sólo por la de los salmónidos en particular (con la que sin embargo normalmente se la identifica) ha producido adelantos substanciales en un deporte técnica y conceptualmente indivisible como finalmente resulta ser el nuestro.
Así desde el famoso Black Bass, el Panfish. el Blue Gilí, el Crappie. el Walleye o el descomunal Northem Pike en agua dulce. hasta la pesca del sutil Bonefish, el Permit o el indomable Tarpon por citar solamente algunos en agua salada. constituyen otras tantas y riquísimas aristas del Fly fishing.
Sin embargo en nuestro país, la considerable ictofauna local es poco menos que ignorada por la mayoría de los pescadores con mosca y sólo algunos de los más experimentados rescatan sus variadas posibilidades.
Salvo el caso de el Dorado (Salminus Maxillosus), un excepcional pez, digno de figurar entre los más hermosos y combativos del mundo (cuya revalorización se está haciendo por ahora sólo regionalmente), los demás peces argentinos que se tientan con mosca llevan el estigma de considerarse ya un entretenimiento menor que directamente no se contabiliza o bien un ejercicio de entrenamiento previo mientras dure el receso de "la única y verdadera" pesca.
Y como si ésta discriminación pudiese incluso trasladarse a la propia geografía. La "pesca con mosca en serio" arranca en nuestro país desde el río Colorado para abajo.
En este marco, peces de excepcional combatividad 'generoso porte y de amplísima difusión en la Argentina, pero que se reproducen y habitan en ambientes diametralmente distintos al de los agradables y transparentes ríos de montaña y cuyas características formas exteriores contrastan con la estilizada figura de los salmónidos, han quedado relegados a un ignoto lugar en la pesca con mosca e incluso no faltan quienes, le nieguen "el honor de ser cobrados de esa forma".
Mientras tanto, la otra mitad del país, "desde el centro para arriba", no sólo tiene salmónidos de respetables portes en ambientes realmente originales y agradables, sino otras especies potencialmente excepcionales para nuestro deporte.
Si esto ocurre en agua dulce, que decir respecto del litoral marítimo que prácticamente resulta "tierra inexplorada" por el grueso de los mosqueros argentinos. El mar y muchas de sus especies no se nos revelan por ahora, ni siquiera como una mera posibilidad para la mosca.
Por todo resulta evidente que hay fronteras -no sólo deportivas y geográficas- que todavía no hemos superado ni traspuesto en la pesca con mosca: el hecho que estén allí no tiene que ver con la indisponibilidad de equipos ni con la falta de información o biblio~raffa, sino con esos inevitablemente temblorosos primeros pasos que da un deporte sumamente nuevo en nuestro país.
De hecho son contados los trabajos de entomología que se han concluido, desde la perspectiva de la mosca, en Argentina.
Tampoco que sepamos, nadie ha encarado aquí una sistematización de los peces aptos para ella o abordado (más allá de artículos sueltos) el estudio de alguno en particular.
En una palabra: es mucho más que el puro gusto de pescar una sóla especie en lugares determinados.
Creemos que la pesca con mosca es realmente una modalidad especialísima dentro de un deporte vasto y secular, pero no a tal punto que su práctica pueda prescindir o relegar por un segundo, de ese "fuego sagrado" que hace que el hombre pesque desde tiempos inmemoriales en todo el planeta, porque allí esta -muy puntualmente- la última y verdadera esencia del "Fly fishing
Por eso de la actitud general que se adopte en adelante, dependerá precisamente que la mosca tenga futuro en Argentina o quede enredada para siempre en los prejuicios, codeándose de vez en tanto con la excentricidad.
Aníbal Carballo