Editorial Línea 4, Número 7, Año III
Por Quien Doblan las Campanas
Alguna vez dijimos que los pescadores con mosca argentinos, salvo honrosas excepciones, tenemos una cada vez más abultada e imperdonable deuda con nuestro gran río y sus especies deportivas. Defenderlos con la misma fuerza e idéntica intransigencia que ponemos para con los salmónidos y sus ambientes naturales, no es solamente una obligación deportiva, sino un acto de imprescindible coherencia final.
El Paraná, supimos referir en una editorial anterior, está muriéndose de a poco y nadie hace nada realmente serio y efectivo para impedirlo, salvo lamentarlo o refugiarse en la piadosa mentira crónica de los controles. Si falta una política clara, global y coherente del recurso, incluso acuerdos internacionales con Paraguay que regulen la extracción comercial indiscriminada, los vallados camineros de fin de semana, sólo sirven para cubrir funcional-mente a la autoridad de turno y maquillar finalmente la soberbia ineficacia de las reglamentaciones formales.
El dorado no tiene, como la trucha, quien lo cuide y lo defienda, mucho menos lo recríe. Parecería que sólo lo contabilizan esos que lo quieren extrañamente, con ese tipo de "amores que matan".
En Argentina estamos a años luz de conseguir la reproducción artificial de la especie, tal como la encaró el Brasil y son contados los grupos y trabajos científicos que se ocupan del tema. Los cursos que como el río Tercero en nuestra provincia, supieron tener dorados y se extinguieron por la acción irresponsable del hombre, se quedan sin la más mínima posibilidad de repoblarlos. Tampoco, que sepamos, se han trasplantado stocks de un ambiente a otro, salvo el fantástico pero infructuoso esfuerzo realizado por Omar Tulián y otros técnicos oficiales de nuestra provincia para adaptar dorados en un lago cordobés.
Y así, sin ninguna posibilidad de renacer, por la indiferencia de unos y el interés mezquino de otros, el gran "tigre del río" muere lenta, indigna y miserablemente en todo tipo de gancheras; sin hidalguía ni compasión, ante la mirada impávida de nosotros, los mosqueros nacionales, soldados de una cruzada que lo ignora.
Pero la noticia tan concreta como previsible de que en los Esteros del Iberá se están terminando de construir costosos complejos turísticos internacionales exclusivamente dedicados al dorado, viene a poner las cosas drásticamente en su lugar.
Paralelamente y como se señala en un artículo de este mismo número, las páginas web y conocidas publicaciones del mundo le empiezan a dedicar estratégicas portadas. Y las fábricas de cañas y reels más prestigiosas publicitan con él sus productos.
De las restingas del Paraná a Internet y de allí a los catálogos de las operadoras internacionales. Nuestro dorado empieza a ser la estrella central de un espectáculo irremediablemente ajeno. La lineada y "los trasnochados espineles" quedarán, al igual que el patio y los malvones en el tango, solo como la música de fondo que lamenta un abandono.
Los pescadores y empresarios extranjeros indudablemente lo aprecian más y mejor que nosotros, porque esta determinación no es sólo una cuestión de pura y simple capacidad de inversión, sino de una prolija evaluación y exacta proyección de esos ambientes, de sus especies y en definitiva de la potencialidad turística del recurso.
Seguramente pronto nos enseñaran como pescarlo con líneas, moscas y en general equipos específicos para dorados, previo estudio de su vida y costumbres.
¿Nuestro pez regresará entonces en libros y vídeos que deberemos traducir al español? ¿Seguirá siendo para todos el entrañable Pirayú o deberemos empezar a llamarlo por el apelativo que reciba en inglés?
Resulta entonces obligado preguntarnos, si todo este masivo interés internacional salvará al dorado o terminará de condenarlo? ¿Y sobretodo que papel deberemos jugar los que decimos empuñar concientemente una caña?.
¿No será hora que los pescadores con mosca argentinos empecemos a cumplir con esa asignatura que tenemos pendiente y reparemos en nuestra más preciada especie deportiva nacional aunando criterios y coordinando acciones?. Es decir, dándole la trascedente importancia que tiene.
Una vez recordamos a Hemingway cuando se preguntaba por quien doblan las campanas. Estas que ahora sentimos por el dorado, no hay dudas, suenan por todos nosotros. Los que pescamos al Sur del país que nos negamos.
Aníbal Carballo