Editorial Boletín Mosquero Primavera 2001
Especie amenazada
Quienes hayan tenido la oportunidad de pescar una tararira coincidirán
en que se trata de un pez de altísimo nivel deportivo, comparable con los peces más
famosos del mundo. Su predisposición a tomar artificiales con violencia sin igual, tanto
en superficie como a media agua, sumada a la lucha intensa que brinda la ponen, con
derecho y honores, en el podio de nuestros peces deportivos nacionales. No es casual la
intensa pasión que genera en sus numerosos seguidores, quienes con los primeros calores
primaverales salen del letargo invernal. Un pez cuyo manejo racional podría generar
movimiento económico para comunidades enteras y diversión para muchos pescadores, hoy se
encuentra en otro podio: el de las especies menos protegidas de nuestro país.
Para tener una medida estimada de la gravedad de la pérdida, mencionemos que en Estados
Unidos encontramos un pez cuya pesca es similar a la tararira llamado bass. En efecto,
muchas de las moscas y señuelos que empleamos para ésta fueron originalmente diseñados
para su pesca. Tan importante es esta especie que existen varios millones de pescadores de
bass y su pesca representa directa o indirectamente, varios miles de millones de dólares
de ingresos, genuinos y sustentables para la sociedad. Como es de suponer, semejante
recurso es cuidado a través de un control efectivo basado en una regulación estricta,
tendiendo a su protección total. Por ilustrar con un dato, los concursos de pesca de esta
especie se ganan con peces vivos, cada pescador tiene un "live well"
(compartimento estanco dentro del bote) dónde cada pez capturado se conserva vivo en un
espacio con agua y bien oxigenado hasta llegar a la zona de conteo. Por cada pez que no
sobrevive se sufren fuertes penalidades. Cuántas precauciones para cuidar un pez que,
según quienes lo han pescado, es menos atractivo que la tararira. Intentando trazar un
paralelo, veamos cómo tratamos nosotros a la tararira.
Nuestra provincia de Buenos Aires es una tierra yerma, devastada por la pesca comercial y
furtiva. Hace unos años existían pesqueros con cantidad y calidad de tarariras en casi
todas las lagunas bonaerenses. Haciendo memoria, no sin dolor, recordamos las encadenadas
de Chascomús dónde se concretaban jornadas de pesca con innumerables capturas
promediando los 3 kilos. Así de buena era la pesca en estas lagunas distantes solamente
100 kilómetros de la Capital. El mismo nivel de pesca era compartido por muchas lagunas
de la provincia. Quien empiece a pescar en este siglo, no notará el proceso sistemático
de degradación de los ambientes mencionados. Quienes vivimos esa época dorada no
olvidamos. Para dar otra referencia de la riqueza de la zona, recordemos que en esa misma
época se botaban más de 3.000 botes por día en la búsqueda del famoso y abundante
pejerrey de la laguna de Chascomús, otrora "Capital del Pejerrey". Eran épocas
en los que gran parte de la comunidad podía subsistir a través de actividades
relacionadas con la pesca deportiva. Hoy día se ve apenas un puñado de botes en la
laguna y pocos pueden vivir de la pesca deportiva y apenas le quedó el nombre de
"Ciudad". Sucesivas temporadas de manejo inadecuado, egoísta y ambicioso del
recurso pesquero por parte de las autoridades provinciales y municipales, nos han
conducido a la situación calamitosa que hoy tenemos. Años de distraer los controles por
negligencia o por conveniencia comercial individual, mientras lagunas enteras eran
saqueadas por la pesca comercial furtiva. No caben dudas que se trató de una política de
desmanejo intencional, extractiva y de corto plazo que derivó en una utilización injusta
del recurso económico ictícola, en pos de unos pocos. Fueron muchos años de encontrar
miles y miles de metros de trasmayos filtrando la riqueza del agua pública. Por supuesto
las demás lagunas, ríos y arroyos de la provincia no han tenido mejor suerte. Las
góndolas de supermercados repletas de pequeñas tarariras (junto con dorados, pejerreyes
de laguna y otras especies deportivas) son fieles testigos del vaciamiento sistemático de
los ambientes acuáticos bonaerenses.
¿Quién o quiénes se han beneficiado con esto? Unos pocos pícaros que matando la gallina de los huevos de oro han privado a comunidades enteras de acceder a una fuente de trabajo e ingresos sustentable, y nos han privado a nosotros, los pescadores, de seguir disfrutando de una pesca fantástica.
En este contexto, desde la Asociación Argentina de Pesca con Mosca, en el marco de la unión de Asociaciones de Buenos Aires, hemos impulsado una lucha que parece quijotesca: "obtener una reglamentación protectiva de la tararira" y un control efectivo en la provincia de Buenos Aires. Así de utópico parecía, hace más de quince años, reglamentar la pesca de salmónidos en la Patagonia y hoy ya disfrutamos de sus beneficios.
En el marco de esta campaña de defensa de la tararira, creemos que es importante comprometer a toda la comunidad de pescadores, mosqueros y no mosqueros. Por ello generamos un canal de comunicación para recibir sus denuncias, recomendaciones y propuestas a nuestra dirección de correo electrónico:
aapm@aapm.org.ar.Muchos se habrán sorprendido al ver una tararira en la tapa de este Boletín. Es hora de que la tararira empiece a tener el lugar que se merece entre los pescadores, autoridades y comunidad en general. Este es el primer paso, el futuro depende de nuestro trabajo conjunto.
Comisión Directiva